Qué duda cabe que uno de mis mejores activos son mis amigos. Recuerdo que mi madre, cuando era muy pequeño -todavía vivía en Barcelona- me comentó una reunión con mi profesora del jardín de infancia: "tenga cuidado con los amigos que rodeen a su hijo", le vino a decir, no tanto como prevención, sino imagino que como recomendación, debido al carácter que me debió adivinar, incluso a tan corta edad.
Pues bien, después de casi cuarenta años de aquella recomendación, debo dar gracias a mis padres, y a aquella profesora, perdida en mi memoria, ya que no puedo estar más orgulloso de ellos. Desde los amigos que hice en Barcelona, antes de venir a Madrid, en 1971, hasta los que encontré en el camino, en el San Patricio, en ICADE, en el trabajo, y hasta hoy sigo haciendo amigos, de los de verdad, de los que se escriben con letras mayúsculas a fuego. Si me diese por tatuarme, ocuparían muchos centímetros cuadrados de mi cuerpo. Pero están grabados más profundo, en el corazón, de donde no se pueden borrar ni con los corrosivos más potentes.
Leyendo los pensamientos de Marco Aurelio se me ha ocurrido: destacar de cada uno de ellos lo que he aprendido, lo que me han enseñado. Sin duda, es una buena aproximación a quien soy. Una forma buena de definirme, por los amigos que he hecho, por esas personas que han modelado mi vida. De entrada, una característica común a todos: la necesidad de mostrarles mi más sincero agradecimiento.
sábado, 28 de junio de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)