En esta ocasión nos acompañaron Juan Mari y los Garris, pero tuvimos presentes a todos nuestros amigos y familiares, y en mi caso recordé con mucho cariño los dos últimos años, el 15 aniversario, con los Camis y Cepedas, y el 16, nada menos que en Caná al que se sumaron, ademas de los anteriores, los Mates.
Aterrizamos en Roma el viernes por la tarde, y nos recibió una soleada ciudad, algo fría, pero limpiada por las lluvias que la habían bañado hasta el día enterior a nuestra llegada. El hotel Mascagni no estaba tan mal situado como amenzaban las predicciones de nuestros amigos romanos, y pudimos empezar la tarde con un estupendo paseo hasta la Plaza de España y la del Popolo, hasta la que llegamos por la colina. Preciosa perspectiva de ambas en el crepúsculo de la tarde. Paseamos por las calles adyacentes a las mismas, ya se sabe, calles comerciales, donde me pude comprar por fin un abrigo de mi talla, asesorado ni más ni menos que por el resto de la cuadrilla del viaje.
Nos dividimos y, mientras los Garris iban un rato al hotel, junto con Suso y Juan Mari nos acercamos a saludar a Pietro y Lali, orgullosos padres del recién llegado Filipo. Tras ello nos encaminamos a Santa María de Trastevere, para participar en la liturgia de la Palabra, de la comunidad de Sant Egidio. Allí nos esperaban los Garris, quienes habían llegado desde su comienzo, cosa que nosotros no habíamos podido hacer. La tratoria de los Amicci estaba cerrada por reformas, y los Dante nos invitaron a cenar a otra, la del Belli, donde cenamos bien a pesar del frío de la sala. Enrico no acabó muy satisfecho, pero la cena estuvo muy bien. Agotados nos encaminamos en taxi al hotel.
El sábado por la mañana tocaba madrugar, ya que a las 800 estaba prevista nuestra misa de aniversario en la Tumba de San Pedro, concelebrada por Juan Mari y Monseñor Celli. Fue una misa muy bonita, precedida del boato vaticano -vaya trajín de sacerdotes que había en la enorme sacristía-. Las lecturas del día: Carta a los Efesios -revestíos de la coraza del Señor- y el Evangelio -vende todo y sígueme-.
Empezamos después a desgastar suela. Lo primero, el desayuno, para lo cual nos dirigimos al café Farsene, en la plaza del mismo nombre. La mañana era espléndida, sin una nube en el cielo. Un poco fría hasta el mediodía, pero estupenda. Paseo por la judería, plaza de las tortugas, casa de las americanas, y por fin descubrimos Santa María de Cosmedín -la boca d ela veritá-, casi siempre cerrada, y San Giorgio in Velabro, muy cerca de la anterior. De ahí, a un psao, el Aventino, donde visitamos la Iglesia dominica de Santa Sabina, disfrutamos de la mirilla del portón de la casa de la Orden de Malta, y nos hicimos fotos en la terraza adyacente a Santa Sabina. Intentamos nuevamente saludar al amigo benedictino de Juan Mari, Don Javier Flores, que, una vez más, no se encontraba en el convento de San Anselmo, cuando fuimos a saludarle.
Gracias a la destreza de Miguel pudimos coger un taxi para 5 que nos acercó al hotel para cambiarnos los zapatos, y dejar algo de ropa, innecesaria ya para el día primaveral que disfrutamos. Tras una comida intrsacendente desde el punto de vista gastronómico en Via Veneto fimos paseando hasta la via el Vicario, donde Juan Mari nos convidó a un estupendo helado en Giolitti. Nos dividimnos entonces en tres grupos: Miguel se encaminó al hotel, para echarse una buena siesta, Susana y Agueda estaban avidas de escaparates, y Juan Mari y yo nos dimos una vuelta por Campo de Marzio, Piazza Nabona y sus alrededores. Señalar el patriarcado de la iglesia siria, así como una estupenda barbería, donde recordamos a Cami, en la calle Stelleta, al aldo de la Iglesia de los portugueses. Atendida por un único barbero -que ya no cumplirá los sesenta-, impecablemente vestido, con una enorme pajarita y una chaqueta blanca, una sola silla, nada más moderno de 50 años. Sin duda, uno de los sitios a catar cuando volvamos juntos.
Vuelta al hotel, donde descansamos una hora (las mujeres sólo diez minutos, vaya capacidad!). A las 1930 salimos hacia Roscioli, donde teníamos la reserva. Bonito paseo nocturno. Noche más primaveral que propia del mes de enero. Roscioli es una tienda gourmet a la que le han incorporado unas mesas para hacerla restaurante, y se ha puesto de moda al señalar la prensa internacional a su cocinero libanés como el mago de la carbonara. Tuvimos la fortuna de cenar en la bodega, donde sólo hay dos mesas, ya que la parte de arriba es extremadamente ruidosa, y no hubiésemos disfrutado tanto. Fue una cena muy agradable, donde los Garris nos regalaron una foto muy chula de nuestro anterior viaje a Marrakesch. Vuelta al hotel desgastando una vez más suela, pero muy satisfechos.
El domingo no pude hacer la tirada larga con la que soñaba por las vacias calles de Roma. La hora de salida era demasiado temprana para poder acomodarla. A las 830 nos espeaban Luigi y Enrico para llevarnos a las catacumbas de Santa Priscila donde, tras la visita, celebramos una misa más íntima que la del Vaticano, volviendo a recordar los años de matrimonio que conmemorábamos.
Visitamos después San Pablo Extramuros, donde despedimos el año paulino, nos volvimos a acercar al centro, visitamos la Basílica de Santa María, y nos preparamos para despedirnos de la ciudad eterna. Santa Susana y el Gran Hotel fueron nuestros últimos anfitriones antes de encaminarnos hacia el aeropuerto.