martes, 27 de enero de 2009

Viaje a Roma

Después de algunas dudas internas, me he decidido a publicar en este rincón más íntimo el resumen del viaje que realizamos el fin de semana del 18 de enero a Roma, conmemorativo del decimoséptimo aniversario de mi boda con Susana.

En esta ocasión nos acompañaron Juan Mari y los Garris, pero tuvimos presentes a todos nuestros amigos y familiares, y en mi caso recordé con mucho cariño los dos últimos años, el 15 aniversario, con los Camis y Cepedas, y el 16, nada menos que en Caná al que se sumaron, ademas de los anteriores,  los Mates.

Aterrizamos en Roma el viernes por la tarde, y nos recibió una soleada ciudad, algo fría, pero limpiada por las lluvias que la habían bañado hasta el día enterior a nuestra llegada. El hotel Mascagni no estaba tan mal situado como amenzaban las predicciones de nuestros amigos romanos, y pudimos empezar la tarde con un estupendo paseo hasta la Plaza de España y la del Popolo, hasta la que llegamos por la colina. Preciosa perspectiva de ambas en el crepúsculo de la tarde. Paseamos por las calles adyacentes a las mismas, ya se sabe, calles comerciales, donde me pude comprar por fin un abrigo de mi talla, asesorado ni más ni menos que por el resto de la cuadrilla del viaje. 

Nos dividimos y, mientras los Garris iban un rato al hotel, junto con Suso y Juan Mari nos acercamos a saludar a Pietro y Lali, orgullosos padres del recién llegado Filipo. Tras ello nos encaminamos a Santa María de Trastevere, para participar en la liturgia de la Palabra, de la comunidad de Sant Egidio. Allí nos esperaban los Garris, quienes habían llegado desde su comienzo, cosa que nosotros no habíamos podido hacer. La tratoria de los Amicci estaba cerrada por reformas, y los Dante nos invitaron a cenar a otra, la del Belli, donde cenamos bien a pesar del frío de la sala. Enrico no acabó muy satisfecho, pero la cena estuvo muy bien. Agotados nos encaminamos en taxi al hotel.

El sábado por la mañana tocaba madrugar, ya que a las 800 estaba prevista nuestra misa de aniversario en la Tumba de San Pedro, concelebrada por Juan Mari y Monseñor Celli. Fue una misa muy bonita, precedida del boato vaticano -vaya trajín de sacerdotes que había en la enorme sacristía-. Las lecturas del día: Carta a los Efesios -revestíos de la coraza del Señor- y el Evangelio -vende todo y sígueme-. 

Empezamos después a desgastar suela. Lo primero, el desayuno, para lo cual nos dirigimos al café Farsene, en la plaza del mismo nombre. La mañana era espléndida, sin una nube en el cielo. Un poco fría hasta el mediodía, pero estupenda. Paseo por la judería, plaza de las tortugas, casa de las americanas, y por fin descubrimos Santa María de Cosmedín -la boca d ela veritá-, casi siempre cerrada, y San Giorgio in Velabro, muy cerca de la anterior. De ahí, a un psao, el Aventino, donde visitamos la Iglesia dominica de Santa Sabina, disfrutamos de la mirilla del portón de la casa de la Orden de Malta, y nos hicimos fotos en la terraza adyacente a Santa Sabina. Intentamos nuevamente saludar al amigo benedictino de Juan Mari, Don Javier Flores, que, una vez más, no se encontraba en el convento de San Anselmo, cuando fuimos a saludarle.

Gracias a la destreza de Miguel pudimos coger un taxi para 5 que nos acercó al hotel para cambiarnos los zapatos, y dejar algo de ropa, innecesaria ya para el día primaveral que disfrutamos. Tras una comida intrsacendente desde el punto de vista gastronómico en Via Veneto fimos paseando hasta la via el Vicario, donde Juan Mari nos convidó a un estupendo helado en Giolitti. Nos dividimnos entonces en tres grupos: Miguel se encaminó al hotel, para echarse una buena siesta, Susana y Agueda estaban avidas de escaparates, y Juan Mari y yo nos dimos una vuelta por Campo de Marzio, Piazza Nabona y sus alrededores. Señalar el patriarcado de la iglesia siria, así como una estupenda barbería, donde recordamos a Cami, en la calle Stelleta, al aldo de la Iglesia de los portugueses. Atendida por un único barbero -que ya no cumplirá los sesenta-, impecablemente vestido, con una enorme pajarita y una chaqueta blanca, una sola silla, nada más moderno de 50 años. Sin duda, uno de los sitios a catar cuando volvamos juntos.

Vuelta al hotel, donde descansamos una hora (las mujeres sólo diez minutos, vaya capacidad!). A las 1930 salimos hacia Roscioli, donde teníamos la reserva. Bonito paseo nocturno. Noche más primaveral que propia del mes de enero. Roscioli  es una tienda gourmet a la que le han incorporado unas mesas para hacerla restaurante, y se ha puesto de moda al señalar la prensa internacional a su cocinero libanés como el mago de la carbonara. Tuvimos la fortuna de cenar en la bodega, donde sólo hay dos mesas, ya que la parte de arriba es extremadamente ruidosa, y no hubiésemos disfrutado tanto. Fue una cena muy agradable, donde los Garris nos regalaron una foto muy chula de nuestro anterior viaje a Marrakesch. Vuelta al hotel desgastando una vez más suela, pero muy satisfechos.

El domingo no pude hacer la tirada larga con la que soñaba por las vacias calles de Roma. La hora de salida era demasiado temprana para poder acomodarla. A las 830 nos espeaban Luigi y Enrico para llevarnos a las catacumbas de Santa Priscila donde, tras la visita, celebramos una misa más íntima que la  del Vaticano, volviendo a recordar los años de matrimonio que conmemorábamos.

Visitamos después San Pablo Extramuros, donde despedimos el año paulino, nos volvimos a acercar al centro, visitamos la Basílica de Santa María, y nos preparamos para despedirnos de la ciudad eterna. Santa Susana y el Gran Hotel fueron nuestros últimos anfitriones antes de encaminarnos hacia el aeropuerto.

lunes, 5 de enero de 2009

Tres preguntas básicas

1.- ¿Qué cosas son importantes para mi?

2.- ¿Cuáles son mis ideales?

3.- ¿Cuales son mis valores?

El Cardenal Martini hace esas preguntas a los que le dicen que no creen en Dios. Yo afirmo creer, quiero creer, quiero necesitar creer. Imagino que este post estará permanentemente abierto a nuevas ideas. Espero ser capaz de profundizar en las respuestas y sentirme cada vez más orgulloso de ellas.

viernes, 19 de septiembre de 2008

La Vida y la Muerte

Hace unos días murió, de forma casi repentina, un socio mío. No era una persona con la que tuviese muy estrecha relación, pero sí que en los últimos tiempos nos veíamos al menos una vez cada diez días para tratar de asuntos relacionados con nuestro negocio. Nunca salimos a cenar juntos, y ni siquiera conocía a su mujer.

Era una persona de unos 50 años, sin conocidas dolencias, y con el único vicio visible del tabaco. Parecía llevar una vida ordenada, familiar. En los últimos tiempos, afrontaba las dificultades de la compañía, provinientes fundamentalmente del área que en la que el participaba, sin descomponerse en ningún momento, buscando soluciones, con ánimo de conciliar. La última vez que tengo conciencia de haberle visto fue en un almuerzo que organicé con distintos consejeros de nuestras participadas para compartir buenas prácticas, en los últimos días de julio.

Veraneaba en su apartamento de Santander, durante el mes de agosto. Aparentemente fue un verano normal. Sólo a su regreso a Madrid, un pequeño dolor en el costado le hizo visitar las urgencias de Sanitas. Pensaba que le había cogido frío. Era un viernes, y la placa que le hicieron avisaba de una mancha en el hígado que le obligó a quedarse internado para hacerse más pruebas. Hablé con él unos días después -creo que el jueves-, y me comentó que seguían haciéndole pruebas, y que lo que más le molestaba era perderse el cumpleaños de su nieta (ni siquiera sabía que tuviese hijos...). La conversación fue jovial (ya me habían dicho que podría ser una tontería o una cosa muy grave). Las pruebas se las darían la semana siguiente, y esperaba que incluso le diesen el alta el fin de semana.

El martes a primera hora un sms me informaba de su muerte. Diez días después de ir en bermudas a Sanitas por un dolor sin más importancia en el costado, cuatro días después de haber hablado con él. Todo se precipitó, por lo visto, el lunes por la tarde. En pocas horas. No sé si espiritualmente estaba preparado, no sé si tenía esas preocupaciones. Lo que seguro que no estaba preparado era para morir. ¿Lo estamos alguno?

Parece evidente que, cuando nos creemos sanos, es fácil pensar que sí que estamos preparados para la muerte. La vemos lejana. No va con nosotros. Seguimos haciendo planes para el futuro, y dejamos muchas de nuestras responsabilidades, de nuestras obligaciones, en un término mediato. Parece que no vamos a morir nunca, y que siempre tendremos tiempo para atenderlas, cuando superemos esta situación urgente que hemos fabricado. Y sin embargo, la muerte está ahí. Nadie sabemos dónde, cuándo, cómo. 

Discuto con algunos amigos acerca de la mejor forma en la que te encuentre la muerte. Parece que el caso de mi amigo podría ser envidiable, si no para su familia y entorno, sí al menos para él. 52 años de vida plena, una semana en el hospital, no encontrándote mal, y una tarde sedado antes de morir. Me argumentan que se ha perdido muchas cosas, que era joven, que ahora podía empezar a plantearse la vida con más tranquilidad, gracias al patrimonio que había acumulado después de muchos años de trabajo. En seguida me viene a la cabeza el Evangelio en el que Jesús nos recuerda la futilidad de acumular en el almacén o granero riquezas. Hay que estar preparado, porque nunca sabemos cuándo seremos llamados. A pesar de que en el mismo nos habla de la libertad del pájaro, no creo que sea incompatible el ahorrar para ese momento en el que dejemos de producir, para atender nuestras necesidades y las de nuestra familia, con el hecho de estar preparado para morir. Y el estar preparado creo que consiste en tener la conciencia tranquila acerca de la utilización de los talentos que nos ha dado Dios. En el día a día debemos ser capaces de utilizarlos correctamente, verlos crecer, crecer con ellos. De esta manera, cuando seamos llamados, y no tengamos ya, por tanto, tiempo para continuar abonándolos, podamos decir, Señor, me entregaste tanto y te lo devuelvo con creces. Mi vida ha sido plena, y en el tiempo que he tenido he sido capaz de disfrutar y hacer disfrutar de ella. Por supuesto que me quedaban cosas por hacer, momentos que disfrutar, situaciones que afrontar. Pero no eran de mi tiempo. De las que lo eran, he sido capaz de aprovecharlas al máximo.

Ojalá en ese último instante seamos capaces de presentarnos de esta manera.
 

domingo, 31 de agosto de 2008

Perdona nuestros pecados

Rezo el Padrenuestro todos los días, incluso varias veces al día. Desde hace unas semanas hago un breve examen de conciencia cuando me acuesto. Casi todos los días lo mismo. No me encuentro grandes (ni pequeñas las más veces) faltas de las que arrepentirme. Me parece que mi vida es bastante plana, sin grandes dosis de bondad o maldad. Como casi todo el mundo, imagino, espero que eso cambie y pueda hacer mucho más bien del que hago, ya que mal, lo que se dice mal, cada vez que me acuesto no soy capaz de encontrarme.
Sin embargo, estoy convencido de que hago cosas mal, normalmente más por omisión que por acción. Sólamente la vaguería de un superficial examen de conciencia me impide darme cuenta.Pero hoy me he dado cuenta de una falta grave. Me daba cuenta cuando la cometía, pero con la razón me convencía de que lo que me pedía mi corazón no era posible. Y ha ganado la cabeza. Y he fallado. Y por eso tengo que pedir perdón a Dios, y al prójimo al que le he dado lo que me sobraba, cuando el necesitaba más.
Volvía todo orgulloso de mi carrera en el metro. Iba a buscar a mi hijo, y llegaba tarde. Cuando quedaban dos paradas y se ha subido en el vagón un joven indigente, con muletas y una pierna vendada. Yo llevaba en la mano una barrita de cereales (de las tres que me habían dado y ya había consumido), y se la he dado. En el bolsillo llevaba algo de dinero, pero la razón me decía que con la barrita ya debía estar contento. El joven me ha dado las gracias, y con dificultad (el metro se movía, llevaba muletas) ha abierto la barra y se la ha comido, paladeandola como yo no he hecho nunca. He dudado en ayudarle a abrirla, pero me ha dado repelus hacerlo y además lo ha conseguido él solo. Enfrente mío, sentado como yo, estaba un niño de unos quince años mirando la escena, conmovido. Ha sacado de su bolsillo las monedas que tenía y se las ha ofrecido. El jóven de las muletas le ha preguntado si viajaba solo, y al decirle el niño que sí ha rehusado las monedas, y ha seguido su peregrinar. Ha cambiado de vagón en la misma estación que yo me bajaba, he ido detrás de él, pero he sentido alivio cuando se ha metido en el otro vagón para seguir mendigando: "ya no era problema mío"...
He tenido delante mío a Jesús, y no le he reconocido. Sólo le he dado lo que me sobraba, ni siquiera he querido hablar con él. Me avergüenzo mucho de ello, y me arrepiento. Señor, perdona mis pecados, perdona mi falta de caridad, mi cobardía, mi pequeñez. Perdona mi soberbia que me hace creer mejor que los demás. Perdona mi fariseismo, creyéndome seguidor tuyo, y fallando a las primeras de cambio. Ayúdame, si es tu voluntad, a entender el Evangelio, a aplicarlo en mi vida diaria.

sábado, 28 de junio de 2008

Mis amigos

Qué duda cabe que uno de mis mejores activos son mis amigos. Recuerdo que mi madre, cuando era muy pequeño -todavía vivía en Barcelona- me comentó una reunión con mi profesora del jardín de infancia: "tenga cuidado con los amigos que rodeen a su hijo", le vino a decir, no tanto como prevención, sino imagino que como recomendación, debido al carácter que me debió adivinar, incluso a tan corta edad.

Pues bien, después de casi cuarenta años de aquella recomendación, debo dar gracias a mis padres, y a aquella profesora, perdida en mi memoria, ya que no puedo estar más orgulloso de ellos. Desde los amigos que hice en Barcelona, antes de venir a Madrid, en 1971, hasta los que encontré en el camino, en el San Patricio, en ICADE, en el trabajo, y hasta hoy sigo haciendo amigos, de los de verdad, de los que se escriben con letras mayúsculas a fuego. Si me diese por tatuarme, ocuparían muchos centímetros cuadrados de mi cuerpo. Pero están grabados más profundo, en el corazón, de donde no se pueden borrar ni con los corrosivos más potentes.

Leyendo los pensamientos de Marco Aurelio se me ha ocurrido: destacar de cada uno de ellos lo que he aprendido, lo que me han enseñado. Sin duda, es una buena aproximación a quien soy. Una forma buena de definirme, por los amigos que he hecho, por esas personas que han modelado mi vida. De entrada, una característica común a todos: la necesidad de mostrarles mi más sincero agradecimiento.

jueves, 13 de marzo de 2008

Marrakech

Celebramos mi cumpleaños (el 43) en Marrakech, con los Garris. Original forma de celebrarlo, gracias a unos billetes que nos regalo Easy Jet por un partido contra Marruecos.

Datos:

Vuelo dura 1:55, sale de Madrid el viernes por la tarde y regresas a casa el domingo a las 11:30pm. Perfecto.
Hotel Red House: Muy recomendable. Reservar una de las dos suite royale. Muy grandes y limpias. Cama enorme. Te mandan un coche del hotel a buscarte y te devuelven al aeropuerto. Recomendable porque los taxis están lejos en el aeropuerto. Lo mejor del hotel el servicio. Buen restaurante para comer o cenar, y buen desayuno al lado de la piscina (lo único malo es que está cerca de una carretera y se oye demasiado a los coches). La suite costó €220 por noche. La hab. normal cuesta unos €170.
NO ir a un hotel dentro de la Medina. Te arriesgas a que el taxi no te pueda dejar en la puerta y tener que callejear con las maletas. Los taxistas no se saben bien las direcciones. No tienen taximetro, por lo que conviene negociar antes de subirse. suelen ser unos 50 Dirham (5 euros) por trayecto, vayas donde vayas.
Para cambiar en el hotel.
Regateos en la Medina: Dividir por tres o cuatro la primera oferta
Fundamental alquilar un guioa el primer dia. Además de shopping the cuenta la historia y te enseña museos y demás. Muy barato. Aproximadamente 10 euros por persona nos cobró desde las 11 am a las 1830, más o menos.
Merece la pena ver el atardecer en La Plaza. Subir a una terraza sobre las 1630 (en marzo) y ver la transformación de la plaza (cambian todos los puestos!)
Para cenar e incluso para pernoctar es muy chulo el Riad Le Privilege. 5 suites y un restaurante precioso, espectacular. Cena con menu degustación fijo de dos entrantes, tres principales y un postre por 600 dirham, más vinos (no excesivamente caros).
Ojo con salir a pasear por la Medina por la noche. Es muy oscura y está llena de gente rara (al menos cerca del Cafe Arabe, que recomendaba una guía y al que no pudimos siquiera llegar. Mejor dejarse aconsejar por el hotel en el que estés, y que te lo organicen ellos.
Otro hotel recomendable es el Sofitel, del tipo lujo, pero con muchas habitaciones. Piscina chula y buen sitio para tomarte un sandwich.
Tiendas. al margen de la medina (especie de rastro), complicado encontrar tiendas de calidad. Nosotros compramos algo (poco) en el Sofitel.
Para correr, coger la Mohamed VI para arriba. De ida tienes el Atlas de frente todo el rato. De vuelta pica un poco hacia abajo. Se pueden correr más de 12 km para arriba sin problemas.
Para volver ojo con el aeropuerto. Muy ineficiente el control de pasaportes (al igual que a la llegada). Te puedes pasar más de una hora en la cola. Ir con tiempo.

lunes, 25 de febrero de 2008

Los madrileños

Obviamente no quiero generalizar con el título de este post. No me refiero a los madrileños en general, sino a la esa parte de la sociedad polítíco-empresarial en la que me encuentro inmerso. Ayer Comité Ejecutivo de la feria de Madrid. Tres interminables horas en las que solo saqué una conclusión. La feria es una máquina muy rentable a pesar de sus dirigentes. Nada constructivo. El nuevo presidente me parece un iluminado, que habla, y desgraciadamente piensa, como si fuese un gurú del mundo ferial. Su única obsesión es competir con su segundo rival en España, la Fira. En lugar de ver cómo podemos acercarnos a nuestro mayor competidor por arriba, sólo se preocupa de cómo debilitar al que nos sigue. Muy propio de un político, como fue y cree seguir siendo. El resto de las tres horas como siempre. Batalla entre Comunidad y Ayuntamiento (me parece increíble que dedicásemos un buen raro a discutir si se debe apoyar Madrid 2016 con un millón de euros, en un consorcio público que acaba de dar unos resultados de €55 MM, y que ha declarado que no va a dar nunca dividendos!!!) Increíble pero cierto.
Una segunda conclusión, pero esta ya no nueva. Qué malo es dejar sociedades en manos de políticos. La adormecida representación de la sociedad civil madrileña se ha dejado comer totalmente el territorio. Nos pasará factura en el futuro cercano.
Y lo peor de todo es que formo parte de esto. No solo formo parte, sino que no tengo peso específico para ni siquiera poder matizar los errores. Me tengo que contentar con escribir este blog. Ojalá crezca lo suficiente como para poder ser independiente e influir en este tipo de desaguisados.